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España y las lenguas

Teresa Barro La postura de España frente a las lenguas, las propias y las extranjeras, suele ser contradictoria e incoherente. Surge de una ideología político-religiosa que aunó la lengua al dominio imperial y a la imposición de una religión (¨hablar cristiano¨) y es también resultado de la mala formación intelectual de siglos. La creencia de que ¨todos debiéramos hablar lo mismo¨ es profunda y llevó a que se quisiera imponer el castellano en toda la península ibérica y a que se aspirase en el fondo a que todo el mundo lo hablase y no hubiese que aprender ningún otro idioma. Pero también llevó a creer que hay que tener el idioma más fuerte del mundo en cada momento, por lo que se copió todo del francés cuando se creía que era el idioma del presente y del futuro y ahora se quiere copiar todo del inglés y se descuida y maltrata el español. Puede verse lo mala que es la enseñanza intelectual en España en cómo se enseñan y no se aprenden los idiomas. Todo el mundo está desespe

Elites y deferencia

Teresa Barro Las elites manejaron el mundo a su antojo y en su provecho, no sólo porque tenían poder y riqueza para hacerlo, sino porque los de ¨abajo¨ siempre sintieron deferencia hacia los de ¨arriba¨, los consideraron superiores y soñaron con ser como ellos. El modo en que se manejaron las religiones ayudó a insertar la sumisión y adoración al superior en la sociedad humana.   Las elites estuvieron siempre divinizadas e idolatradas, y eso hizo que no perdiesen nunca el poder y se lo repartiesen entre ellas. En este momento se ve con claridad que la política, la religión, la cultura, la enseñanza y la economía y el bienestar general de las naciones están en manos de las elites, y que esas elites lo que quieren es que haya pobreza, desesperación y falta de oportunidades para que todo tenga que depender de ellas. Se supone que el capitalismo crea riqueza, pero en el manejo de la economía de estas últimas décadas   no hubo el mínimo intento de crear prosperidad, sino de acabar

Bienes básicos

Teresa Barro Hay bienes básicos y fundamentales que tendrían que ser para todos. Uno de esos bienes es la electricidad, de la que tantas cosas dependen y cuyo uso fácil y barato tendría que considerarse imprescindible a nivel individual y colectivo. Hacer que la electricidad sea barata y esté al alcance de todos no sólo cubriría necesidades básicas del ser humano, sino que, al abaratar la producción, el comercio y el transporte, podría traer beneficios para los países que se lo propongan. Centrar el cómo conseguir electricidad abundante y barata en si tendría que estar a cargo del Estado o del sector privado sería caer en el juego ideológico que sólo favorece a las elites. A las elites les es tan fácil dominar y aprovecharse cuando todo es del Estado como cuando todo es del sector privado.    Habría que partir del principio de que la economía es para las personas y no las personas para la economía. La economía funcionó mal porque se manejó con codicia, soberbia, avaric

Principios básicos

Teresa Barro Habría que impedir que los contribuyentes tengan que pagarles a las elites sus vicios y excesos y su falta de inteligencia en el gobierno de las naciones. Es cuestión de decidir a qué deberá tener derecho toda persona que venga al mundo. Habría que establecer unos principios básicos que sirviesen para todos, fueran cuales fuesen las creencias políticas o religiosas de cada cual, y que cambiasen el mundo para bien, dado el mal estado en que está o lo han puesto los que aprovechan creencias y dogmas abstractos para proteger a unos cuantos y despreciar a los demás.    Un principio básico debiera ser el de que nadie tuviese que pasar hambre. Eso podría conseguirse haciendo que fuesen muy baratos algunos alimentos en conserva que no hubiese que cocinar, teniendo en cuenta que muchas personas, por razones de enfermedad, de edad o cualquier otra, no pueden cocinar pero podrían calentar comida ya hecha. Dedicar el dinero de los contribuyentes a esa ¨subvención¨ sería bast

La guerra psicológica de la ideología imperante

Teresa Barro La guerra psicológica con que se impuso la ideología del libre mercado estuvo dirigida a fomentar la adoración al dinero y a los ricos y poderosos, y se hizo inculcando sentimiento de mala calidad mediante la industria del corazón. El lado cerebral y ¨masculino¨ de esa ideología presentó al mercado como más inteligente que nada ni nadie y capaz de decidir por sí solo con exactitud matemática lo que más convenía en cada momento. El mercado fue infalible en teoría en esa ideología, aunque la economía y el propio mercado se estuviesen manejando en la práctica con la superstición y falta de juicio propias de los que tienen el vicio del juego y no ven más allá de lo que les dicta su adicción. Pero fue parte fundamental de la imposición de esa ideología la guerra psicológica que se entabló para hacer del dinero y de los ricos un culto religioso con ídolos y adoradores. Esa guerra psicológica utilizó la industria del corazón para crear imágenes y manipular el sentimiento,